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Y desde el primer momento en que me subí a un escenario frente a un auditorio a oscuras con un par de cientos de personas sentadas allí, nunca tuve miedo, nunca tuve miedo, no sufrí de miedo escénico, porque me sentía muy seguro en ese escenario. Yo no era Patrick Stewart, no estaba en el entorno que me daba miedo, estaba fingiendo ser otra persona, y me gustaban las otras personas que fingía ser. Así que no sentía más que seguridad por estar en el escenario. Y creo que eso fue lo que me atrajo de este extraño trabajo de fingir.