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  • No es lo que yo hago lo que importa, sino lo que un Dios soberano elige hacer a través de mí. Dios no quiere éxitos mundanos, Él me quiere a mí. Quiere mi corazón sometido a Él. La vida no son sólo unos años para dedicarlos a la autocomplacencia y a la promoción profesional. Es un privilegio, una responsabilidad, una mayordomía que debe ser vivida de acuerdo a un llamado mucho más alto, el llamado de Dios. Sólo esto da verdadero sentido a la vida.

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