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Sólo en Sudáfrica superé esta timidez, aunque nunca la superé del todo. Me resultaba imposible hablar improvisadamente. Dudaba siempre que tenía que enfrentarme a públicos extraños y evitaba pronunciar un discurso siempre que podía. Incluso hoy no creo que pudiera o me sintiera inclinado a mantener una reunión de amigos enfrascados en una charla ociosa.