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Vivimos en un momento crucial. El tiempo que heredamos de la ciencia es un tiempo para humillarte, para empequeñecerte. Te dice que el sol no fluctuará hasta dentro de mil millones de años, que las especies van y vienen y, en otras palabras, que a escala temporal tú no importas. Y que ahora no importa. Pero cuando observas la liberación de energía, la aceleración asintótica de los procesos, tendemos a orientarnos xenófobamente hacia lo humano.