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Hay que preguntarse por qué nos molestamos en levantarnos por la mañana. De verdad: ¿Para qué trabajar? ¿Simplemente para comprar más cosas? Eso no basta. Míranos a todos. ¿Cuál es el supuesto común que nos ha llevado a todos de ahí hasta aquí? ¿Qué nos hace merecer el helado y las zapatillas de correr y los trajes italianos de lana que tenemos? Veo que todos nos esforzamos por adquirir tantas cosas, pero no puedo evitar la sensación de que no lo merecemos.