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Llevo más de medio siglo viendo cómo la obesidad en la oficina se convierte en una enfermedad paralizante. A medida que aumenta el desorden en nuestras oficinas, nos sentimos cada vez más intimidados y frustrados por él. Diseñamos el drenaje y la eliminación del agua y los residuos líquidos de la sociedad para evitar acumulaciones peligrosas, pero el efluente que se vierte en nuestras oficinas -el papel- nunca se elimina.