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Oh Dios mío, qué feliz sería de oír de tus labios aquellas palabras que una vez dirigiste a Santo Tomás de Aquino: ¡Has hablado bien de Mí, Pierre!
Oh Dios mío, qué feliz sería de oír de tus labios aquellas palabras que una vez dirigiste a Santo Tomás de Aquino: ¡Has hablado bien de Mí, Pierre!