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Vi el espectáculo más aterrador y deprimente que jamás había visto: una hilera de tiendas con estrellas de David y la palabra "Jude" pintada en ellas, y dentro, detrás de mostradores semivacíos, gente aturdida, encogida como si no supieran qué les había golpeado y no supieran de dónde vendría el siguiente golpe. Hitler sólo llevaba seis meses en el poder, y su boicot ya estaba en pleno efecto. Yo no había tenido tanta conciencia de ser judío desde mis bar mitzvahs, y era la primera vez desde que había tenido el sarampión que estaba demasiado enfermo para comer.