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Pasé nueve días en la cárcel del centro de Los Ángeles. El juez me impuso una condena condicional y esa noche me fui a trabajar, como si no hubiera pasado nada. Lo que me hizo gracia fue que me reí a carcajadas cuando varias estrellas de cine se acercaron al quiosco mientras bailábamos y me dijeron que, cuando se enteraron de que me habían pillado con marihuana, pensaban que era una tía. Vaya, ¡eso sí que me partió!