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Filológicamente, la palabra Kodak carece de sentido como la primera pringue de un niño. Tersa, abrupta hasta la grosería, literalmente mordida por consonantes firmes e inflexibles en ambos extremos, te salta como el obturador de una cámara en la cara. Qué más se puede pedir. (Explicando por qué llamó Kodak a su empresa).