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Si hay algo de cierto en el viejo proverbio de que "quien es su propio abogado tiene a un tonto por cliente", el Tribunal otorga ahora un derecho constitucional a quien hace el ridículo.
Si hay algo de cierto en el viejo proverbio de que "quien es su propio abogado tiene a un tonto por cliente", el Tribunal otorga ahora un derecho constitucional a quien hace el ridículo.