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Me encantan las patatas fritas, me gusta una buena hamburguesa y me gusta la tarta. Y eso está bien. Me deprimiría si sintiera que nunca podré comer las cosas que me gustan. Tampoco quiero que mis hijas se obsesionen con la comida. No tenemos una norma de "nada de comida basura", solo quiero que piensen bien lo que eligen.