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Mamá y yo íbamos a un funeral y ella se levantaba para leer el panegírico del difunto. Hacía que los ignorantes y los feos parecieran eruditos y estrellas de cine, convertía a los mezquinos y malvados en santos y ángeles. Sabía lo que la gente quería ser en su corazón, no en lo que el mundo les había obligado a convertirse. Conocía el modo en que trabajar demasiado por un salario miserable podía volverte mezquino y frío, podía matar lo que te hacía reír.