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La ética del sexo es un problema espinoso. Cada uno de nosotros se ve obligado a buscar a tientas una solución con la que pueda vivir, frente al absurdo, inviable y malvado código de la llamada "moral". La mayoría de nosotros sabemos que el código es erróneo, casi todo el mundo lo incumple. Pero pagamos el Danegeld sintiéndonos culpables y de boquilla. A su antojo, el código nos arrastra, muerto y apestoso, como un albatros alrededor del cuello.