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  • En medio de la maravilla, llega un toque, y sabes que es la mano derecha de Jesucristo. Sabes que no es la mano de la restricción, la corrección o el castigo, sino la mano derecha del Padre Eterno. Cada vez que Su mano se posa sobre ti, te da una paz y un consuelo inexpresables, y la sensación de que "debajo están los brazos eternos" (Deuteronomio 33:27), llenos de apoyo, provisión, consuelo y fortaleza.

    Oswald Chambers (2010). “My Utmost for His Highest”, p.308, Discovery House