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Debe haber algo solemne, serio y tierno en cualquier actitud que denominemos religiosa. Si es alegre, no debe sonreír ni carcajearse; si es triste, no debe gritar ni maldecir.
Debe haber algo solemne, serio y tierno en cualquier actitud que denominemos religiosa. Si es alegre, no debe sonreír ni carcajearse; si es triste, no debe gritar ni maldecir.