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Si en esta tierra alguna vez tenemos una visión del cielo, es cuando pasamos por una casa en invierno, por la noche, y a través de las ventanas, con las cortinas corridas, vemos a la familia alrededor del agradable hogar; la anciana tejiendo; el gato jugando con el hilo; los niños deseando tener tantas muñecas o dólares o cuchillos o algo, como chispas salen para unirse a la estruendosa ráfaga; el padre leyendo y fumando, y las nubes elevándose como incienso desde el altar de la alegría doméstica.Nunca pasé por una casa así sin sentir que había recibido una bendición.