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Una buena parte de mi trabajo con Tangerine Dream en aquella época tenía que ver con la música de cine, y recuerdo que lo abordé como lo haría cualquier joven de 23 años: sin mucho miedo ni respeto. Además, normalmente se pedía a Tangerine Dream que ofreciera un tipo de partitura monocromática, el sonido electrónico-analógico característico por el que TD se había hecho famoso tras películas emblemáticas como Sorcerer [Universal, 1977], Thief [MGM, 1981] y Risky Business [Warner Brothers, 1983].