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Los profetas y los artistas tienden a ser personas liminales y marginales, "hombres de borde", que se esfuerzan con una sinceridad apasionada por librarse de los clichés asociados a la incumbencia de estatus y al juego de roles y por entrar en relaciones vitales con otros hombres de hecho o de imaginación. En sus producciones podemos vislumbrar ese potencial evolutivo no utilizado de la humanidad que aún no se ha exteriorizado ni fijado en una estructura.