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Aquí me encuentro con la falacia más popular de nuestro tiempo. No se considera suficiente que la ley garantice a cada ciudadano el uso libre e inofensivo de sus facultades para el perfeccionamiento físico, intelectual y moral. En su lugar, se exige que la ley extienda directamente el bienestar, la educación y la moralidad por toda la nación. Este es el seductor señuelo del socialismo. Y repito: estos dos usos de la ley están en contradicción directa entre sí.