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No conozco otro depositario seguro de los poderes últimos de la sociedad que el pueblo mismo; y si pensamos que no es lo bastante ilustrado para ejercer su control con una sana discreción, el remedio no es quitárselo, sino informar a su discreción.
No conozco otro depositario seguro de los poderes últimos de la sociedad que el pueblo mismo; y si pensamos que no es lo bastante ilustrado para ejercer su control con una sana discreción, el remedio no es quitárselo, sino informar a su discreción.