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La tendencia hacia el bien en la naturaleza humana tiene una fuerza que ningún credo puede contrarrestar por completo, y que asegura el triunfo final de esa tendencia sobre todas las perversiones dogmáticas.
La tendencia hacia el bien en la naturaleza humana tiene una fuerza que ningún credo puede contrarrestar por completo, y que asegura el triunfo final de esa tendencia sobre todas las perversiones dogmáticas.