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  • Convivir con la obra y las letras de James Joyce fue un enorme privilegio y una educación sobrecogedora. Sí, llegué a admirar aún más a Joyce porque nunca dejó de trabajar, esas palabras y la transustanciación de las palabras le obsesionaban. Era un hombre destrozado al final de su vida, ignorante de que Ulises sería el libro número uno del siglo XX y, para el caso, del XXI.