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Son nuestra propia arrogancia y orgullo los que causan dolor. Cuanto más pensamos que podemos hacer cualquier cosa, menos nos damos cuenta de nuestra total dependencia de Dios, y peor se vuelve el dolor.
Son nuestra propia arrogancia y orgullo los que causan dolor. Cuanto más pensamos que podemos hacer cualquier cosa, menos nos damos cuenta de nuestra total dependencia de Dios, y peor se vuelve el dolor.