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Cuando era joven no me entusiasmaba especialmente la ópera, y pensaba que nunca escribiría una. Me parecía una forma de arte del pasado, con cantantes caros que exponen sus notas altas, y mal teatro, e historias ridículas que no nos conciernen. Pero luego, poco a poco, me di cuenta de que puede definirse de forma muy distinta, que, por el contrario, la ópera puede ser algo profundo y no superficial, un maravilloso punto de encuentro para todas las demás artes.