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Cuando yo empecé no había Internet, no existía la sensación de poder estar conectado con otros escritores de todo el mundo. Y eso creaba una especie de inocencia, o cualidad parroquial, incluso en New York.
Cuando yo empecé no había Internet, no existía la sensación de poder estar conectado con otros escritores de todo el mundo. Y eso creaba una especie de inocencia, o cualidad parroquial, incluso en New York.