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Como trabajo en otras cosas, siempre que tengo la oportunidad de escribir me siento agradecida por ello. Pero aprendí que, a veces, no podía hacer otra cosa y no debía planear hacer nada esa noche o al día siguiente. Hubo veces en las que estuve escribiendo algo difícil durante días o semanas y, cuando terminaba, me levantaba, salía de mi cobertizo al jardín y me ponía enferma. Tenía unas migrañas terribles.