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Cuando empecé, me prometí a mí misma que si llegaba un punto en mi vida en el que empezaba a sentir que "prefería estar en casa que en el trabajo", y eso empezaba a ocurrir con mucha frecuencia, sería el momento de dejarlo. Algunos días me levantaba y decía: "Oh, ya no sé si quiero enfrentarme a esto". Lo haría, iría a hacerlo, soy un tipo de persona obediente y no le tengo miedo al trabajo.