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En aquella época [90 en Lagos], si conducías por la ciudad, lo hacías a través de un primer plano que siempre parecía increíblemente dramático e increíblemente agonizante: humeante, en llamas, con una compresión increíble. El primer año nos quedamos sobre el terreno y fuimos a todas partes. Pero luego, para descubrir si esa era toda la historia, alquilamos un helicóptero. Y empezamos a comprender que no se trataba de un caos, sino de un sistema muy moderno que había sido abandonado, que en algún momento entró en reversión y que poco a poco salió de ella.