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Gregory Peck era tan carismático. Vi a una mujer caerse - ¡caerse! - cuando lo vio en un restaurante. Y Brando. Estábamos en Londres, y por entonces él pesaba unos 80 kilos. Había una camarera guapísima, y él se puso a competir directamente conmigo por la atención de esa joven, hablando francés, haciendo que se sonrojara.