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El objetivo final de la revolución mundial no es el socialismo, ni siquiera el comunismo, no es un cambio en el sistema económico actual, no es la destrucción de la civilización en un sentido material. La revolución deseada por los líderes es moral y espiritual, es una anarquía de ideas en la que todas las bases establecidas hace diecinueve siglos serán derrocadas, todas las tradiciones honradas pisoteadas y, sobre todo, el ideal cristiano finalmente borrado.