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La perspectiva que Dios tiene de nosotros es extraordinaria, casi increíble. Se deleita en nosotros y nos ama como un Padre solícito. Corre hacia nosotros, dispuesto a abrazarnos y perdonarnos. A medida que aprendo a ver desde la perspectiva de Dios, mi perspectiva sobre todo lo demás cambia. me doy cuenta de que mis fracasos no me descalifican. soy consciente de la seguridad que ya tengo en la gracia de Dios. confío en que nada me separará del amor de Dios en Cristo.