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Gifford Pinchot señala que en la época colonial y pionera el bosque era un enemigo y un obstáculo para el colono. Había que talarlo... Pero [ahora] como nación aún no hemos llegado a tener el debido respeto por el bosque y a considerarlo como una parte indispensable de nuestros recursos, uno que se destruye fácilmente pero que es difícil de reemplazar; uno que confiere grandes beneficios mientras perdura, pero cuya desaparición va acompañada de una serie de malas consecuencias que no se pueden prever fácilmente y que son irreparables.