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El siglo XX fue un punto de inflexión; liberó y emancipó a las mujeres, rompió el espinazo de la segregación e inició la lucha por dar justicia a gays y lesbianas. Pero la Iglesia cristiana, tanto católica como protestante, se resistió a cada uno de esos avances humanizadores. La Iglesia estuvo en el lado equivocado de esas tres luchas.