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La brutalidad omnipresente en la ficción actual -la muerte, la enfermedad, la disfunción, la depresión, el desmembramiento, la drogadicción, la demencia y los pequeños y lóbregos dramas de discordia doméstica- es un ejemplo evidente de cómo el lenguaje en manos explotadoras, cínicas o simplemente neuróticas puede aumentar el hastío, la oscuridad del mundo.