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Las empresas no tienen hijos. No tienen sentimientos ni alma. No dependen de agua no contaminada, aire limpio o alimentos sanos para sobrevivir. Sólo están en deuda con una cosa: la cuenta de resultados.
Las empresas no tienen hijos. No tienen sentimientos ni alma. No dependen de agua no contaminada, aire limpio o alimentos sanos para sobrevivir. Sólo están en deuda con una cosa: la cuenta de resultados.