Volviendo al fallecimiento de mi madre, no había forma de que pudiera contener las lágrimas o la sensación de dolor al saber que su presencia física abandonaba el planeta. Trabajando conscientemente con una pérdida tan abrumadoramente dolorosa, fui capaz de procesarla hasta el punto de aceptar que, aunque mi relación con ella sería diferente, aún podía sentir y celebrar que no había separación entre nuestros espíritus. Estar presente y abierta a cada etapa del duelo me llevó a que ella me visitara en sueños y a tener una sensación tangible de su presencia.