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En cierto sentido, nunca he superado la Historia de Robert Lowell. Un proyecto imperfecto e infinitamente brillante al que nunca me canso de volver. Es un Infierno moderno, en el que Lowell hace de Dante y Virgilio, guiándonos a través de docenas de esclarecedores y amargos episodios de la historia de la humanidad, al tiempo que se las arregla para sostener un espejo ante nuestro confundido rostro homínido que entrecierra los ojos ante la eternidad y no logra comprender nada de ella.