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De niña, mi madre me enseñó las leyendas de nuestro pueblo; me habló del sol y el cielo, la luna y las estrellas, las nubes y las tormentas. También me enseñó a arrodillarme y rezar a Usen para pedirle fuerza, salud, sabiduría y protección. Nunca rezábamos contra ninguna persona, pero si teníamos algo contra algún individuo, nosotros mismos nos vengábamos. Nos enseñaron que a Usen no le importan las pequeñas rencillas de los hombres.