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[La gracia no se da para hacer de nosotros algo distinto de nosotros mismos, sino para hacernos radicalmente nosotros mismos. La gracia se da no para implantar en nosotros una sabiduría ajena, sino para hacernos vivos a la sabiduría que nació con nosotros en el vientre de nuestra madre. La gracia se da no para conducirnos a otra identidad, sino para reconectarnos con la belleza de nuestra identidad más profunda. Y la gracia se da no para que encontremos una fuente exterior de fuerza, sino para que nos establezcamos de nuevo en la profunda seguridad interior de nuestro ser y aprendamos a perdernos en el amor de los demás para encontrarnos verdaderamente a nosotros mismos.