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Si se dejan sin cultivar las tierras agrícolas, en pocos años vuelve la selva, y no faltan indicios de que un peligro similar acecha siempre a los campos del pensamiento, que, por el trabajo de trescientos años, han sido desbrozados y puestos en cultivo por los hombres de ciencia. La destrucción de un porcentaje muy pequeño de la población bastaría para aniquilar el conocimiento científico y llevarnos de nuevo a la creencia casi universal en la magia, la brujería y la astrología.