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Si examinara detenidamente las opciones de etiquetas, tal y como existen ahora, me sonarían a trastorno bomba de relojería o a depresión maníaca o a división bipolar o a enfermedad mental. ¿Cómo puedo encontrar una identidad en eso? Desde luego, no es algo que pueda sacar a colación en una conversación, sin una reacción de juicio o incluso miedo.