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Recuerdo una vez que Prince vino a verme cuando estaba en Minneapolis y me encontraba mal, con una bolsa de pastillas para la tos y una cucharada de medicina para la tos. Le dije: "¿Me das otra cucharada? Está en el mostrador", y él decía: "No, no he venido aquí a crearte nuevas drogadicciones". Y yo le decía: "¡Vamos, dame esa botella!" Era muy vigilante conmigo.