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Uno de los pacientes que más me llamó la atención fue una mujer de mediana edad que tenía el VIH desde el principio y a la que ayudé a aceptarlo. Estaba en una fase bastante avanzada de la enfermedad, pero la ayudé a afrontar los retos de la enfermedad, las infecciones y todo eso, pero también sus problemas sociales, como hablar con su familia sobre la enfermedad, y era una familia muy religiosa.