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Cuando juegas bien, es maravilloso. Porque tú y tu compañero sólo queréis salir y decir (frotándose las manos) "¿A quién tenemos?" y ya está. Pero cuando juegas mal, o tu confianza se resiente, o tu autoestima desaparece, ¡es la peor (maldita) semana del mundo!