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Escribo con la idea de que a nadie le importará lo que he escrito; publico con la idea de que a nadie le importará tampoco. Por eso, cada vez que alguien se preocupa lo suficiente como para leer una novela mía o responder a ella -un lector, un crítico, incluso mi propio editor-, me siento un poco sorprendido y enormemente agradecido.