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La divina Escritura acostumbra enmarcar, por así decirlo, alicientes para los niños a partir de las cosas que se encuentran en la criatura; por lo cual, según su medida, y como por pasos, los afectos de los débiles pueden ser movidos a buscar las cosas que están arriba, y a dejar las que están abajo. Pero la misma Escritura emplea raramente aquellas cosas que se dicen propiamente de Dios, y que no se encuentran en ninguna criatura; como, por ejemplo, lo que se dijo a Moisés: Yo soy el que soy; y, Yo Soy me ha enviado a ti".