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Recuerdo cuando mi madre me enseñó sobre mi ciclo menstrual y el embarazo. Ella, como millones de otras madres antes y después, no tenía las palabras ni la experiencia para enseñarme el milagroso ciclo de mi cuerpo, el ciclo responsable de toda la vida humana en nuestro planeta y que nos conecta con la luna y las mareas. Tampoco tenía palabras para enseñarme el don del placer sensual que todas las niñas tenemos por derecho de nacimiento. Si lo hubiera hecho, mi vida seguramente habría sido diferente. Por un lado, probablemente no habría padecido los devastadores dolores menstruales durante décadas.