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¿Compras el primer árbol que ves? Por supuesto que no. Buscas el adecuado. Recorre las hileras. Levanta varios y los deja en el suelo. Los examina desde todos los ángulos hasta que decide: "Este es perfecto". Tienes en mente el lugar donde se colocará el árbol. No sirve cualquier árbol. Dios hace lo mismo.