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Me voy a un hotel e intento llegar antes de las cinco y media de la mañana. Guardo un diccionario, un diccionario de sinónimos, una biblia, una baraja de cartas, una botella de jerez y montones de blocs de notas adhesivas amarillas. Me encierro seis o siete horas. Tengo un acuerdo con el hotel por el que nadie puede entrar en mi habitación. Al cabo de tres o cuatro meses, puede que pasen notas por debajo de mi puerta del tipo: "Querida Sra. Angelou, por favor, permítanos cambiar las sábanas. Creemos que se están enmoheciendo". Probablemente sea verdad. Les dejo entrar si prometen no tocar nada más que la cama.